Nací en las tierras brumosas, verdes y espléndidas del norte, donde las lenguas, los acentos y las culturas se mezclan: Navarra. Pamplona.
Tuve claro a los 13 años que quería ser periodista y no precisamente para ser un aventurero selvático de los que veía de adolescente por la televisión. Lo mío era más bien leer periódicos, revistas, escuchar radios y comparar. Porque, a pesar de que yo entonces no sabía casi nada del franquismo, sí veía que las cosas se decían y contaban de formas diferentes en cada medio. Y, sobre todo, me gustaban los amplios reportajes de revistas serias y los grandes documentales de la tele. Y el teatro. Y la cultura. También estaba obsesionada por el universo y la carrera espacial. Así que estudiar periodismo fue una consecuencia lógica de mis aficiones.
He trabajado en agencias, periódicos, radios y, muy especialmente, en televisión. He huido siempre de los telediarios por su manipulación, mandase quien mandase, y me arrimé a los programas en que una, de algún modo, podía controlar el producto que iba a presentar desde la idea primigenia hasta el momento de su emisión. Soy responsable de casi todo lo que, profesionalmente, he hecho en mi vida. Y de lo que en algún momento no lo he sentido como mío, por intrusismo de alguien que mandaba más, no me hice responsable retirando mi firma de ello. He aguantado por estas cosas castigos, mobing, rebajas de salarios… pero aquí sigo. No siempre ha sido así. Afortunadamente ha habido momentos maravillosos en mi vida y en mi profesión.
A pesar del tiempo transcurrido desde que acabé mis estudios y de los malditos ERE’s, sigo siendo periodista para siempre en el medio que tenga a mano en cada momento.
Finalmente, un pensamiento, quizás robado a medias de algún lugar recóndito.
“Se dice que en todo el universo no hay nada seguro, nada equilibrado, nada perdurable, que nada permanece en su estado original, que se producen cambios cada día, cada hora, cada momento. Pero que algo –no se sabe bien qué– permanece en él inalterable. Yo soy universo”.