Categoría: Hijas

  • ENFERMAR EN ALEMANIA

    La sanidad en Alemania, y en Berlín concretamente porque es de lo que voy a escribir, está externalizada en su totalidad. Aquí, en Alemania, han hecho lo que actualmente quiere hacer el gobierno del PP en España más o menos. ¿Es mejor esto que lo que tenemos en España?. ¿Es peor?. La risa, seguramente va por barrios. O la desgracia. A un lado, los que llenan las arcas son los beneficiarios del sistema. Al otro lado, los pacientes son, con frecuencia, los sufridores. Como primera medida, yo aconsejaría que a nadie que venga a Alemania, y a Berlín especialmente, se le ocurra ponerse enfermo.

    De la sanidad alemana, son víctimas, en primer lugar, los propios alemanes. A mi consuegra la tuvieron que sacar deprisa y corriendo de un centro hospitalario y enviarla a otro porque, tras una operación de rodilla en la que le pusieron una prótesis, enfermó seriamente no sabían muy bien de qué. Tuvo suerte y se recuperó pronto en el nuevo centro: su mal que a pocas si acaba con ella, era que no le vigilaron electrolitos, sales, etc, todos esos componentes que circulan por nuestro organismo y que, si están nivelados, hacen que nos sintamos bien. Y si se descompensan hasta extremos graves, y nadie sabe buscar a través de un simple análisis qué está pasando, pueden llevarte a la tumba. Así de simple y de terrible. Vamos, que con una bebida isotónica a tiempo, el problema ni hubiera existido. Digo yo. Mi consuegra se recupera hoy en día de su rodilla, acude a un centro de fisioterapia para hacer su rehabilitación y está bien. Salvada por la campana en términos pugilísticos. Por lo pelos, en lenguaje coloquial. Y tiene una sospecha: se puso tan mal porque, como todo está explotado por empresas privadas, se trata de pasear a los enfermos y hacer que cuesten dinero al estado.

    Yo paso parte de los veranos en Berlín. Estoy empadronada en esta ciudad como población habitual no continua, y, naturalmente, tengo mi tarjeta azul de la Unión Europea para cubrir cualquier necesidad médica que se pueda presentar. Este año se ha presentado. Mala suerte. Un dolor insoportable en una cadera que seguía por el muslo y la parte del bajo vientre. Lumbago, pensé. Pedí cita con una médico cerca de mi casa, me miró y decidió que, efectivamente, era una lumbalgia. Me recetó medicamentos y me mandó para casa. Al cabo de unos días, cada vez peor a pesar del tratamiento, tuve que ir a urgencias en un hospital de fama llamado “La Charité”. Es el de referencia de mi zona.

     

    La Charité es un inmenso hospital creado en 1.710 para combatir la peste. de él han salido 11 premios Nobel y es un referente en la medicina europea como centro universitario de formación médica. Foto Matthias.

    La Charité es un inmenso hospital creado en 1.710 para combatir la peste. De él han salido 11 premios Nobel y es un referente en la medicina europea como centro universitario de formación médica. Foto Matthias.

     

    Primero te registran, rellenas un cuestionario, firmas varios papeles, te preguntan cuando te vas a ir del país, sacan fotocopias de la tarjeta azul médica que garantiza asistencia en toda la Unión Europea y de tu DNI y pasas a otro despacho donde tienes que explicar qué diablos te ha llevado a honrarles con tu visita. Una vez explicado, esperas en un hall (tienes suerte si encuentras silla) a que alguien te llame. Yo tuve suerte porque no solo encontré silla sino que me derivaron a un médico especialista en problemas de huesos y muy concretamente de cadera. Leyó el primer informe, pidió que le contase con detalle el tipo de dolor que me tenía al borde de las lágrimas y mandó hacer unas radiografías. Una asistente malencarada y muy cabreada, me zarandeó en una camilla para un lado y para otro sin tener algún pequeño cuidado con mis tremendos dolores y luego se marchó. Deduje que había terminado conmigo y pregunté al aire “Das is alles?”. Nadie contestó, así que corrí una puerta que pesaba un quintal y salí a un pasillo a esperar. Había silla, ¡que suerte!. Una larga espera. Mi médico, muy profesional y amable, de nombre doctor Diente (traducción al español, claro) explicó con todo lujo de detalles que tenía artrosis en una cadera y que eso es lo que me tenía desfallecida de dolor. También me explicó que había un problema con una vértebra lumbar que estaba escachada, pero me tocó en la zona y como no tenía dolores por allí, me puso un tratamiento para calmar los provocados por la artrosis. Un tratamiento totalmente diferente al de la primera médico que me había visto y había diagnosticado lumbalgia. Volví a casa sin apenas poder andar, dolorida pero contenta. Al fin habían atinado con mis males y me iba a curar, pasar unas vacaciones tranquilas y disfrutar del fresquito veraniego de Berlín.

    De eso nada, monada. Menos mal que Patricia, mi hija mayor es también mi vecina y me puede acompañar, hacer de traductora, prepararme las comidas y atenderme en todo lo que necesito. Pero no puede –y bien que lo sufre- quitarme los dolores. Porque los dolores, cada vez mayores, no pasaron tampoco con este tratamiento. Siguiendo las instrucciones que nos había dado el médico de urgencias, llamamos a “La Charité” para pedir consulta con él mismo en el departamento correspondiente. Al llegar, lo primero firmar papeles. Lo segundo, un “cómase usted la tarjeta sanitaria azul porque esta zona (de mierda y del año pum), aunque pertenece a “La Charité”, funciona como una clínica universitaria diferente a todo lo demás. Así que, por favor, domicilio y datos para que le enviemos la factura”. Inútil discutir: paga y pasas. No firmas, no pasas. “Tampoco será tan caro, no se preocupe” aventuró a decir una listilla. Como necesitaba pasar, firmé. Ya veré cuánto es cuando llegue la factura. El doctor Diente no me atendió ni lo vi por allí. Me atendió una simpática jovenzana, amable y parlanchina, que siguió con la teoría de la artrosis en la cadera. “Es muy doloroso, claro”, decía palmeándome la mano. Me cambió la medicación. Ya llevaba tres médicos, dos diagnósticos y tres tratamientos diferentes.

     

    Los errores médicos matan cada año en Alemania a unas 19.000 personas. Más que los accidentes de tráfico.Según la Cámara de Médicos Alemanes "los errores suelen producirse no por negligencia de los médicos, sino por problemas de organización y por la naturaleza compleja de los procedimientos.” (Datos de enero de 2.014)

    Los errores médicos matan cada año en Alemania a unas 19.000 personas. Más que los accidentes de tráfico. Según la Cámara de Médicos Alemanes «los errores suelen producirse no por negligencia de los médicos, sino por problemas de organización y por la naturaleza compleja de los procedimientos.”
    (Datos de enero de 2.014)

     

    No sirvió de nada. Fue el cóctel de medicamentos que menos me ha servido. Con el dolor exasperante, terrible, instalado dentro de mí, con más de diez días sin dormir ni descansar tranquila, sin siquiera poder meterme en la cama, tumbada en el sofá y sólo pudiendo cerrar un rato los ojos cuando el agotamiento vencía al dolor, mi hija Patricia me sorprendió la otra mañana llorando a moco tendido. Buscó una médico en el barrio de la que había buenas referencias en Internet (una costumbre muy útil de los alemanes, eso de valorar a sus médicos en foros públicos y al alcance de todo el que mire), y pidió por caridad una consulta. La doctora Kubo nos la dio en el día. Solamente tuvimos que esperar a que pasasen delante todos los que tenían hora concertada. Luego, los sin hora. Yo, la última. Ella era médico de familia, de cabecera o de medicina general. No se cómo les llaman aquí. Fuimos con todos los informes, confesó que no entendía de eso, pero que sí entendía que debía ponerme en contacto con unos ortopedas o cirujanos especializados en estos temas que me darían una solución. (Era la segunda persona que nos recomendaba a estos señores, el doctor Diente de urgencias fue el primero). Por caridad, los cirujanos me han recibido. El que me ha atendido, de pié en una habitación donde solo había una camilla de curas, ha echado un ojo a los informes médicos, el otro ojo a las radiografías y ha diagnosticado claro y contundente: es la columna vertebral, es esa vértebra que ha señalado el de urgencias (pero que había desechado como causante de mis dolores). Y quizás alguna otra en la zona lumbar. Me ha mandado ¡una resonancia magnética!. “Ahí veremos los daños, el miércoles que viene la veo con la resonancia en la mano. Y un coctel de medicinas diferentes que según él, debería calmar el dolor al menos en parte. Cinco médicos, cuatro tratamientos diferentes, tres diagnósticos… Y seguimos. Esto es la medicina alemana en estado puro.

    La vida es muy rara. Lo de los médicos también. Dos días antes, en medio de mi desesperación había llamado a Madrid a mi médico, la doctora Karin Freitag (es medio alemana y de ahí su apellido que traducido es “Viernes”). Ella, lista como ella sola, sin ver radiografías y con lo que me había dicho el doctor Diente, había diagnosticado: “Ese dolor no es por artrosis y menos no estando en estado avanzado. Es la vértebra y los dolores son en esas zonas porque son dolores referidos”. Tenía razón y ni siquiera me había visto. Diagnosticó a tres mil kilómetros y por teléfono. Y con rapidez. Esto es la medicina en España que nos quieren cambiar estos tipos del PP y externalizarla, como han hecho los políticos en Alemania.

     

    Manifestación en Madrid en favor de una sanidad totalmente pública. Foto de nuevatribuna.es.

    Manifestación en Madrid en favor de una sanidad totalmente pública. Foto de nuevatribuna.es.

     

    Ahora dejo aquí el relato. Otro día hablaré de una importante batalla: conseguir que me hagan una resonancia magnética y que la AOK (la aseguradora sanitaria que en mi caso se ocupa de la cobertura médica de mi tarjeta azul de la Unión Europea) acepte toda la atención médica recibida como “gratuita” y no como asistencia privada a pagar. De momento, una empleada ha lanzado la insidia de que mi viaje a Berlín tenía toda la pinta de ser provocado para recibir la maravillosa asistencia médica alemana.

    Cada vez creo más cierto el llamado “turismo médico” que especialmente alemanes e ingleses practican en España. Al menos con lo que respecta a Alemania, la medicina en España, la pública, la que reciben ellos como turistas, es de primera al lado de la suya: buena, directa, eficaz. Y sin problemas.

     

  • EL PATIO DE MI CASA ES PARTICULAR

    Y dese luego, cuando llueve se moja como los demás. Pero no escribo sobre el patio de mi casa a causa de la lluvia, si no de otros factores bien extraños (desde el punto de vista de una persona normal y corriente).

    En Berlín son muy frecuentes los edificios de viviendas que tienen una casa de cuatro o cinco pisos (generalmente sin ascensor) que dan a la calle de turno. Tienen un portal y, una vez pasado el umbral, el visitante o vecino se encuentra con dos opciones: entrar en las escaleras de los pisos que dan a la calle, o pasar a una especie de patio-jardín y, al fondo de éste, se encuentran a su vez uno o dos portales que dan acceso a las casas de atrás, con ventanas al patio. ¿Se sitúan más o menos?. ¿Sí?. Vale, sigo adelante.

     

    BERLIN - PATIO CON ARBOLES - VISTA AEREA - 671490307

    Los patios de viviendas, con árboles y jardines son habituales en buena parte de los edificios de Berlín. En ocasiones son patios tan grandes que ocupan el interior de toda una manzana de casas. 

     

    En la casa donde yo habito cuando estoy en Berlín, no hay edificio delantero con ventanas a la calle. En su lugar, hay un espacio vacío y amplio, con unos árboles inmensos. Hay una verja verde, una cancela que no se cierra ni abre automáticamente desde ninguna de las casas y por lo tanto casi siempre está abierta y cualquiera puede entrar directamente al patio-jardín. Al fondo  hay dos portales. Yo vivo en el bajo del portal izquierdo y, por tanto, mis ventanas están a pié de jardín, allí tengo mis rosas, mis arbustos y otras plantas temporeras que adornan un poco el ambiente. Justo al lado de la ventana del salón-estar, hay una pequeña valla de ladrillo que no se muy bien qué pinta allí y una pequeña caseta en cuyas paredes los grafiteros entran y dejan su «ingenio» plasmado con mejor o peor ingenio. Muy berlinés todo. Pues bien, ¿qué se les ocurre que hace bastante gente que entra de la calle al tener paso abierto a un patio?. Lo sé, han pensado que entran a robar ¿verdad?. Pues no. Aquí, al menos en el barrio semi pijo en el que vivo, no suele haber robos. De hecho las casas y oficinas en bajos con ventanas a la calle no suelen tener ni verjas, ni persianas ni nada más que la propia ventana. En alguna rara ocasión alguien entra en un negocio si desde fuera se ve que hay ordenadores (tienen predilección por los Mac) y se los llevan. Pero eso es, por lo general, todo con respecto a robos.

     

    BERLIN - FACHADAS CON VENTANAS A RAS DE SUELO -ESTA VALE - - FOTO ARTONO9 - 11238643-casco-antiguo-de-berlin-alemania

    En Berlín es muy frecuente que las ventanas bajas no tengan rejas. Foto: artono9.

     

    La primera particularidad de mi patio es que la gente que se ve apurada, en vez de entrar a un café o bar a hacer sus necesidades menores se mete en el patio, da la vuelta a la caseta, se planta frente a mi ventana y mea con toda tranquilidad. «A fín de cuentas -deben pensar los usuarios- si puedo evacuar escondidito de la calle en este patio, ¿por qué no hacerlo?. Es mucho más barato que pedir un café y usar los servicios de un bar». No piensan que allí vive gente a la que, seguramente, no le agradará que su jardín sea el retrete del barrio. Conclusión: son unos guarros desvergonzados, tacaños, egoístas e insolidarios. Así que, desde que yo estoy aquí, en cuanto veo que alguien se pone detrás de la caseta y empieza a bajarse la bragueta, salgo por la ventana soltando improperios, insultos en correcto español barriobajero, mezclado con palabras en alemán como «fuera, fuera» o «policía, policía» . No se dan mucha prisa en salir, no, es como si tuvieran derecho a mearse en la casa de otros pero, por no aguantar la bronca y la escandalera, se suben la cremallera de la bragueta con toda parsimonia y se van.  Esto es frecuente. Menos habitual es que, a veces, entran abuelitas que pasean a sus nietos, les bajan la braguita o el calzoncillo y, con la mayor cara dura del mundo, ponen a sus nietos a mear justo en el borde de mis flores y plantas. «Liebe Frau, bitte» ( ¡querida señora, por favor!) y la señora mira a mis ventanas con cara de no entender por qué le hablo, así que tengo que pasar al «fuera, fuera, guarra, policía, policía». Esos nietos, cuando yo ya no esté en este mundo, serán mayores y entrarán a mear a este patio. «Conozco un sitio desde pequeño, aquí cerca, en el que podemos mear sin que nos cueste un duro», me los imagino con toda claridad y el convencimiento de que seguirá siendo así: este patio convertido en el meadero de los que estén o pasen por el barrio.

     

    MEANDO - FUENTE DE PIEDRA SIN GENTE - tumblr_mlqcs1YxmY1s2jlrho1_400

    Como no quiero poner orinando a uno de los visitantes del patio de mi casa, prefiero esta bonita  fuentecilla, con sus chorritos de agua. Mejor ¿no?.

     

    Enfrente de mis ventanas y el jardín, junto a la pared que separa mi patio del de la casa de al lado, están los  hierros donde se aparcan y amarran las bicis de los que aquí vivimos. A través de la cancela, el biciparking se ve desde la calle. Y hay huecos libres para poner alguna bici más. Antes he dicho que en Berlín, al menos en mi barrio, no son frecuentes los robos… salvo el de las bicis. En todo Berlín, a poco que te descuides, las bicis vuelan. Muchos roban a otros muchos que, a su vez roban de nuevo cuando se encuentran sin su bici. Pues bien, el parking de bicis del patio se ha convertido en un lugar donde dejar bicis robadas, esperar con ellas allí unos días a ver si no pasa nada, hasta que finalmente, viene el ladrón con un comprador que la prueba y, si le gusta,  la compra. Últimamente se ha frenado un poco este trasiego de bicis robadas porque un buen día aparecieron dos maravillosas bicis de aluminio guay, recién estrenadas y, cuando vino el ladrón con los compradores, se encontró con que las bicis habían volado. ¡Vaya por dios!, este patio milagrosamente parece que ha dejado de ser un almacén seguro para bicis robadas. Ya nos hemos librado de algo… por el momento.

     

    BICIS EN BERLIN - FOTO GUANCHE - berlin-mercadillo-mauerpark-1

    La compra-venta de bicis en Berlín es un negocio: honrado o no, bicis robadas o bicis «legales» se venden con cierto desahogo en cualquier zona, en el patio de mi casa (más discretamente) o en plena aglomeración, como vemos aquí, en la entrada del mercadillo del Mauer Park. Foto Guanche.

     

    Al pasar la cancela de mi patio, bajo los grandes árboles y antes de llegar al ensanchamiento donde están el jardín y los dos portales, hay una fila con siete cubos de basura. Aquí, en Berlín,  todo es reciclado, todo tiene su cubo y por lo tanto, es fácil hacer este acto tan cívico que es separar basuras. Es completamente distinto a Madrid, donde no suele haber sitio en los edificios de la ciudad para tener múltiples cubos alineados y allí dejar los diferentes tipos de basura. (Por eso me dió risa la estulticia con la que Ana Botella pretendía que en cada vivienda hubiera no se bien cuántos tipos de basuras diferentes. ¿Para ponerla dónde, señora alcaldesa, con estas cocinas diminutas?. ¿Para echarlas en qué cubos del edificio, señora Botella?.  Antes de pedir a los vecinos de Madrid que separen en varias bolsas las basuras de una casa, ocúpese de que haya dónde tenerla en las casas y dónde en los edificios, so lista). Bien, a lo que iba. Aquí si que hay dónde bajar las basuras de cada vivienda, cubos para el vidrio, para residuos orgánicos, para papel, para cartón, para briks y envases de comidas, para restos sólo biológicos, etc, etc. Si tengo las ventanas de la casa abiertas, oigo de vez en cuando ruido de vidrios rotos,  tapas de cubos que caen de repente. Son los pobres de Berlín, que, como tienen entrada libre a este patio, hurgan en las basuras para varias cosas: encontrar algo que echarse a la boca, recoger botellas que puedan devolverse en unas máquinas que hay en algunos centros o supermercados de barrio y  por las que te dan a cambio unos céntimos,  o con un poco de suerte encontrar alguna ropa o calzado viejo con que cambiar la ropa sucia o calzado roto que llevan encima.

     

    POBRE - ZAPATOS ROTOS - FOTO anyka - 3998340-desgastadas-y-maltratadas-zapatos-de-un-mendigo-en-las-calles

    Este pobre anda con los pies por el suelo. Quizás no encontró nada que le pudiera servir en ninguna basura , o quizás prefiera su pobreza a los desperdicios de los demás. Foto: anyka.

     

    Pero ¿en Alemania hay pobres?. ¿No es la tierra de la Merkel la tierra de la abundancia?. Depende, cada uno cuenta cuenta la feria según le va en ella. Yo no me quejo demasiado (tampoco le debo nada a la ªMerkel ni a su gobierno ni a sus instituciones), pero aquí hay pobres, y unos cuantos vienen a hurgar en la porquería que tiramos todos los vecinos de mi patio. Porque, hablando de reciclar, en Berlín sigue vigente una costumbre que abandonamos los españoles hace tiempo, pero que yo la recuerdo de mi infancia: los cascos de las bebidas se llevaban de vuelta a la tienda y te pagaban por ello. En España, los tiramos y el beneficio se lo lleva ¿quién?. A saber… ¿Sabe usted, alcaldesa Botella lo que se hace con las botellas en Madrid y quién se lleva los beneficios?. ¿Alguna adjudicación a dedo quizás?. Noooo, perdone, eso en Madrid no pasa nunca con nada ni con nadie, ya sabemos.

     

    POBRE EN CUALQUIER CALLE - FOTO BIDOUZE STAFA©PHANE - 7713104-pobre-y-borracho-hombre-tendido-en-la-acera-con-botellas-de-vino-cerca-de-basura-puede

    La pobreza y el alcohol hacen estragos. Tirado junto a los cubos de basura y otros desperdicios que no son de meter en cubos. Esta estampa no solo es frecuente en  Berlín, si no en cualquier ciudad del mundo occidental. Foto: StÄf©phane.

     

    A lo que iba. Por aquello de que en mi patio, junto a los cubos de basura hay mucho sitio, con esos árboles tan grandes y esa entrada tan libre, otra curiosidad es que, de un día para otro, aparecen junto a los cubos todo tipo de artilugios que no están previstos para meter en los cubos. Por ejemplo, un colchón. Es muy fácil: su colchón está viejo y sucio, tiene manchas, ya no hay quien duerma a gusto. Hay que comprar uno nuevo. ¿Que hago con el viejo?. Aquí las tiendas no te traen el nuevo y se llevan el viejo. Eres tú el responsable de hacerlo desaparecer. Tampoco hay un servicio como en Madrid en que llamas al Ayuntamiento y te dan día y hora para recoger muebles, colchones o lo que haga falta que no sea basura de cubo. Sin embargo, hay unos puntos de recogida en cada zona y es allí donde debes llevar todo eso de lo que te quieres deshacer. Pero ¿para qué?. «Aquí al lado -deben decir los vecinos pijos de los alrededores- hay un patio al que se puede entrar y mucho sitio para tirar las cosas». Así que, cuando sales por la mañana, han florecido junto a la larga línea de cubos de basura todo tipo de enseres domésticos: colchones, somieres, alfombras, lámparas rotas, vigas de madera, estantes desvencijados… Y tú te desesperas, das la lata a tu familia alemana, vecina en la misma casa, para que en un correctísimo alemán que una servidora es incapaz de hablar, le comunique al administrador de la finca que la entrada al patio está hecha una mierda, con otras muchas mierdas de todo tipo y que mande un propio o varios para que se las lleven a los puntos de recogida.

     

    BASURAS CUBOS - FOTO YAMINA RASPA - Contenedores

    Cubos de basura de diversos tipos, pertenecientes a una vivienda de Berlín. Foto Yamina Raspa.

     

    Mientras tanto, la borracha del segundo piso, que ya ha pasado la menopausia pero se cree una adolescente, racista y xenófoba, alguna vez que tiene mal vino baja al patio y grita contra la española (servidora) que no se sabe muy bien qué daño le ha hecho. Las ventanas se iluminan, los vecinos ven la estampa, oyen, vuelven a cerrar y apagan la luz. Al día siguiente, me buscan o buscan a mi familia y se solidarizan conmigo, me dan las gracias por lo bien que cuidamos el jardín y la pasta y el esfuerzo que nos dejamos en ello (por amor al arte) y nos invitan a tomar una cerveza o a un cumpleaños si se tercia. Y no se hablan, generalmente, con la borracha.

    Llego al final. Como habrán leído, realmente ¿es o no es particular el patio de mi casa?. Yo creo que bastante. Desde hoy, tiene una particularidad más: he encontrado en el rincón de los meones a un alemán muy grande con una bolsa grande también, metiendo en ella algo que apresuradamente le estaba dando una mujer de rasgos orientales. ¡Joder, ahora esto se va a convertir en un dispensario de drogas, he dicho!. «No -me dice mi hija-  le está vendiendo cartones de tabaco de contrabando y no se atreverán a hacerlo en medio de la calle».

    ¡La madre que los parió a todos!. Realmente, (todos cantando) el patio de mi casa es MUY particular… lala lala, lala, tralara lará.