Berlín es una ciudad que adoro. Es tranquila, cosmopolita, moderna, antigua, cultural, divertida, ecológica, destartalada, a medio hacer, a medio ocupar, reconstruida poco a poco, restaurada continuamente, generosa, relativamente barata, multicultural, plena de actividades cultas y/o populares a un tiempo… Berlín es muchas cosas, casi todas buenas. Ciudad que fué muy bien definida por su alcalde socialista Klaus Wowereit cuando resumió todo eso en una frase. «Berlín es pobre pero sexy». Total que aquí siempre hay algo que hacer si una quiere, siempre un museo que redescubrir, una «acción» a la que acudir como espectador, una exposición que no se te puede escapar… muchas cosas y de forma continua. Si uno quiere. Si no, puede darse una tranquila vuelta por el barrio y sentarse a leer en la terraza de un café, como gusta hacer a los berlineses que se bajan allí a leer un libro, darle a la tecla del ordenador un rato o estudiar «la biblia» (el «Spiegel», claro), mientras beben o comen algo.
Típico ambiente de terrazas en un barrio berlinés.
No se que sería de Berlín sin sus cafés y terrazas. Sería, sin duda alguna, menos «sexy». Y sin sus exposiciones también. Todavía están los berlineses recuperándose del impacto que ha tenido la exposición retrospectiva sobre la mejicana Frida Kahlo. Tres meses largos en el Museo Martin Gropius-Bau no han sido suficientes para que todos los que han querido ver cuadros, bocetos, fotografías y escritos de la mujer de Diego Rivera hayan podido entrar al museo y satisfacer su curiosidad. De hecho, éste ha sido uno de los centros (más…)