LA BANDERA, LOS ATASCOS Y EL DESFILE

Afortunadamente, ya ha pasado el día de El Pilar, y, esperemos, que el día se haya llevado consigo tantas diatribas y sinsentidos dichos y hechos acerca de la bandera y el quítame de allá esas pajas. Espero que Rajoysss no nos deleite con un discursillo acerca de la importancia y el orgullo de la españolidad y el trapo rojo y gualda por lo menos hasta el año que viene por estas fechas. Porque, a ver, si algunos políticos no estuvieran detrás agitando los ánimos de unos cuantos, ¿alguien se iba a pelear a estas alturas por un «bandera si, bandera no» en la Universidad Autónoma de Madrid, por ejemplo?. Ya sé, porque lo vivo, que en algunas zonas, la presencia de la bandera de España es un conflicto permanente que, por lo serio en este caso, los políticos intentan capear con el mayor cuidado para evitar problemas mayores. Pero no es el caso -desde mi punto de vista y el de otros muchos- de lo que pasa en la capital del país. O sea, Madrid.

La víspera del Pilar, la «capital» estaba hecha un cristo en lo que a tráfico se refiere. ¿Motivo?. La festividad del día siguiente. Se casaban unos amigos míos en el Salón Real de la Casa de la Panadería (dependencias del Ayuntamiento), que está en plena Plaza Mayor. Salí de casa una hora antes y llegué al final del evento. Y eso que el taxista, ¡pobre!, hizo lo indecible por querer escapar de atascos y trampas de circulación. Imposible. A las doce y media del medio día, a la una y a la una y media que era la boda, todo era un inmenso atasco para los que necesitábamos cruzar de un lado de la Castellana y Cibeles, al otro. Todo cortado y distorsionado por el desfile del día siguiente en que no sé por qué, los ejércitos de las Españas tienen que desfilar por todo el medio de la ciudad ante Reyes, Presidente, autoridades varias, invitados, etc. Ahora, pasado todo, casi me da risa recordar los improperios que contra el desfile, el Ayuntamiento y demás participantes en el evento oí a los conductores de otros coches, sumergidos en la desesperación. Al final, le doy la razón al taxista que me llevaba: va siendo hora de plantearse el hacer estas demostraciones y otras similares en zonas muy de Madrid, muy de capital de España, pero en las que no nos joroben durante varios días a los de siempre. Por ejemplo, un lugar podría ser el magnífico Paque de las Naciones. Hay metro, hay autobuses, los que quieran pueden ir en coche y tienen sitio para aparcar, el marco urbano es estupendo y yo, como medio Madrid, hubiera llegado a mi destino con tiempo de sobra, como en cualquier día normal. A ver si dejan ya de molestar y piensan en alternativas para no fastidiar al contribuyente, ¡leñe!. Siento un cabreo que aún me dura por perderme la boda de Carlos y Manuel, amigos del alma, familia mía por decisión propia y porque se lo han ganado a pulso, porque siempren están a mi lado en los malos tiempos y en los buenos y yo también quería estar a su lado en una ceremonia que los convertía en matrimonio y que para ellos era importante. ¡Estaban tan felices a la salida, tan guapos, tan pletóricos y tan «uno»!, que nunca voy a perdonar a los causantes del desmadre de tráfico el perderme el «sí quiero» de mis amigos. Y los 30 euros que me costó la carrera del taxi, tampoco.

Camino Ciordia