LA VICTORIA DE JOSÉ COMAS

José Comas en la corresponsalía de El País en Berlín. 07 Sept. 2005. Foto: Patricia Sevilla Ciordia

José Comas en la corresponsalía de El País en Berlín.
07 Sept. 2005. Foto: Patricia Sevilla Ciordia

Era mediados de septiembre y José Comas, corresponsal de El País en Berlín, estaba solo en la ciudad. Ana Lorite, su esposa, llegaría de España unos dias después. José Comas y mi hija Patricia han formado tándem para ese periódico en los últimos años: él, en lo escrito y ella en la imagen cuando se necesitaba. El cariño que mi hija ha sentido por Comas y Lorite me contagió de alguna manera y, a pesar de vernos poco, mi afecto y preocupación les ha acompañado en todo este tiempo en que Pepe ha mantenido una lucha de titanes contra el cáncer No-Hodgkin; lucha que hubiera durado menos de tres años -me temo- de no tener a Ana a su lado dándole toda la fuerza, dedicación y amor del que un ser humano es capaz.

Bien, era mediados de septiembre, yo regresaba en pocos días a España y Comas nos invitó a comer un espléndido «Wiener Schnitzel» para el domingo. Estaba algo fastidiado de los bronquios por eso «os confirmo el mismo domingo por la mañana, según esté cuando me levante». No pudo ser. Pepe no había mejorado. Yo regresé a Madrid y nunca pudimos comer el gigantesco escalope rebozado. Creo que desde entonces hasta este sábado santo, 22 de marzo de 2008, su salud fue cuesta abajo. El protervo, apelativo con el que llamaba a su linfoma, consiguió rechazar el trasplante de médula, dejarlo sin defensas y ser víctima propiciatoria de todo tipo de virus y bacterias oportunistas. De hecho, en la que creo ha sido su última carta al «cuerpo místico» (amistades, conocidos, colegas que le enviaban apoyo y fuerza desde todas partes del mundo) planteaba un panorama desolador. «Estoy muy mal… el cáncer sigue missing pero tengo un rechazo crónico: la enfermedad del injerto contra huésped…».

Y luego enumeraba hasta diez penosas situaciones de cómo se encontraba físicamente. «Yo estoy dispuesto a pelear, pero a veces me vengo abajo. Mi mujer Ana Lorite… se ha convertido en una fiera corrupia. Resisto gracias a ella. Está empeñada en sacarme adelante… Trataré de informaros de cómo evoluciono».

Ana, desde que se enamoró de Comas, ha sido parte de su fuerza, de su vida, de su orden y de su memoria. Después de años de convivencia, se casaron el 1 de abril de 2004, en la Embajada de España en Berlín. Fue después de ese verano cuando a Comas le diagnosticaron el linfoma No-Hodgkin. En una de sus “Crónicas sobre el linfoma” decía: “Creo que lo único positivo del maldito 2004 fue lo de contraer matrimonio… contra Ana Lorite, que ha hecho bastante mal negocio conmigo a la vista de lo ocurrido y por haber adquirido una mercancía viciada. De mis tiempos de la Facultad de Derecho recuerdo que se podía denunciar un contrato… por “vicios ocultos de la cosa”. No sé si No-Hodgkin entraría en esta categoría. Tal vez Lorite pueda alegar una analogía con la compraventa para deshacer el contrato matrimonial”. Pero Ana Lorite ha estado al pié del cañón asumiendo por amor “la mercancía viciada” que decía su marido de sí mismo.

Cuando «el cuerpo místico» lea, escuche en radios, vea en televisiones o le digan por teléfono, emails o sms’s que Pepe Comas ha muerto, van a quedarse vacíos como todos los que, de una u otra forma, nos sentíamos cerca de Comas y Ana. Pepe, una fuerza desatada de la naturaleza, todo vitalidad, sabiduría, genio y algún deje de ternura (que no le gustaba se lo notaran, me parece), no estará ya por aquí nunca más. Como dicen en Chile, «por mucho que se luche, hay veces en que el cuero no da para más». A Comas, seguro, no le dio para nada, nada más. Porque sino, todavía estaría peleando contra esa otra fuerza desatada que es el cáncer.

Pero yo creo que su muerte es su última y definitiva victoria. Detrás de sí deja a una esposa maravillosa. Gracias a ella quedan para la Historia del Periodismo 25 tomos de sus crónicas publicadas en El País en los últimos 25 años. Deja dos hijos que han seguido sus pasos profesionales: Libertad como fotógrafa y José como redactor. Deja la admiración de todos aquellos que lo hemos tenido como un referente dentro del periodismo. Y deja tras de sí una legión de periodistas más jóvenes que conocerán su nombre y su obra y querrán ser como él: un ejemplo de profesionalidad, de buen hacer y de amor por esta tarea dura que es el periodismo de corresponsal. A nosotros, sus amigos, sus compañeros, sus lectores, nos corresponde que su nombre y su obra continúen viviendo en la memoria y el trabajo de los que vengan. Detrás de un gran dolor, puede haber una larga y definitiva victoria. Pepe Comas vivirá más allá de la muerte que es una manera de vencerla.

Ana, estoy contigo en tu dolor. Más adelante, cuando lleguen los días de soledad, espero poder acompañarte cuando lo desees. Pepe, mientras tus restos viajan hacia España, espero que hayan avisado -como querías- al gaiteru para que toque «Asturias patria querida» en el puente romano de Cangas de Onís mientras tus cenizas caen al río Sella. Has muerto, pero aún así, queda aquí tanto de ti, que la victoria es definitivamente tuya. Ya puedes descansar en paz.

Madrugada del 23 de marzo, Domingo de Resurrección para los cristianos.

Comentarios

Una respuesta a «LA VICTORIA DE JOSÉ COMAS»

  1. Ana Lorite

    Gracias Camino. Tus palabras me han conmovido profundamente. En estos momentos lo único que consuela es sentir que Pepe sigue aquí a través de todos sus amigos.
    Gracias
    Ana