Andaba yo paseando por la Friedrichstrasse de Berlín, calle donde están casi todas las firmas super de la moda y demás accesorios , y viendo entrar y salir de las tiendas a una gente ideal de la muerte, se me vino a la cabeza aquella historia de las reflexiones que se hacía una de esas mujeres que acaban cayendo en las garras de «lo que hay que llevar cada temporada si no quieres hacer el ridículo entre los tuyos». Y la cosa era más o menos así:Las mujeres somos víctimas de un complot urdido por mentes perversas que se reúnen en un lugar secreto y deciden lo que ellos llaman«TENDENCIAS DE MODA»¿Quiénes son?. ¿Cómo lo hacen?. Yo me imagino que llega, por ejemplo, Paco Rabanne ydice: «veo que este año se va a llevar el azul pètróleo». Y saltan a dúo Vittorio y Luchino: «¡Eso, eso. Y los jerseis sin mangas, pero de cuello alto y que se jodan!».¡Y date por jodida!. Porque la moda no es una industria. ¡Es una secta dirigida por «locas»!. Y de esos seres que nos odian ¿qué podemos esperar?. ¡Si nos hacen ir con estos pantalones que se abrochan en la rabadilla y nos hacen creer que vamos ideales!. (Creo que lo hacen para que luzcamos esos ridículos tangas que tanto molestan). ¡O con esos otros pantalones de pata larga que van limpiando las aceras!.¿Ustedes saben lo que son las «fashion victims»?. Son las mujeres que han caído en sus redes y ya no pueden escapar. Esas que, cuando se acercan a un escaparate oyen voces en su cabeza que dicen: «el poder de la moda te obliga», «el poder de Dior te gobierna».Realmente yo me dí cuenta del poder que tiene esta secta cuando intenté comprarme un vestido rojo. Parece fácil ¿verdad?. Un vestido rojo, simplemente. ¡Pues no!. Porque las tiendas están en el ajo. Son las representantes de Dior en la tierra. Y, claro, llego yo y le digo a la dependienta: «Buscaba un vestido rojo». Y me suelta: «¿Rojo?. Este año no viene nada en rojo. Este año viene el azul petróleo». Digo yo: «¿Y eso rojo de ahí?». «Eso es la funda del extintor, pero si quieres te la saco».¡Así es como empiezan las sectas: anulando tu voluntad!, porque, de repente, me oigo diciendo. «Vale, sácame uno azul petróleo de la 38». Y, en ese momento, la dependienta me mira como se mira a un Fiat Panda desde un todoterreno. «¿La 38 tú?. Estarás entre la 40 y la 42».Claro, yo la miro como diciendo: «Y tú estarás entre gilipollas y tonta del culo». Pero le digo. «Perdona, soy una 38». Y ella: «No, si ya. Pero es que este año viene la 38 ceñida. ¿SABES?».Y es que ese es el segundo paso de la estrategia de la secta: disminuir tu autoestima para poder dominarte mejor. Y ahí yo me dije. «¡Con esto no me pillan. Yo me pruebo la 38 aunque me la tenga que meter a rosca!». Y, claro, te miras ante el espejo y ves lo que ves: una morcilla. Una morcilla azul petróleo. Y me digo yo: «Si en todo el mundo un metro es un metro y un kilo es un kilo, ¿por qué la talla 38 no es siempre la talla 38?. Tú vas al Carrefour y la talla 38 se la puede poner King Africa. Y, sin embargo, te vas a Versace y la 38 no se la pone ni Melody». Total, que hice lo que hacemos todas: llevármelo. Sí, por qué pensé lo que pensamos todas: «Así me obligo a adelgazar, me obligo a adelgazar en serio».¿Seremos idiotas?. A las dos semanas te estás obligando a regalárselo a tu sobrina. ¡Es como comprarte un par de zapatos del 34 para obligarte a que te encoja el pie!. Pero es que éste es otro de los síntomas de que estás entrando en la secta: someterte voluntariamente al sufrimiento físico. Aunque, a veces, cuando todavía no estás abducida del todo, consigues tener un momento de lucidez y decir: «No, no me lo llevo». Y, entonces, esa enviada del mal que es la dependienta, dice la frase definitiva: «Llévatelo, no seas boba, que lo puedes devolver!». ¡Y lo compramos!. Como lo puedes devolver… Eso es como comerte un trozo de moqueta: ¡como lo puedes devolver!. Así que volví a casa con mi vestido azul petróleo de la 38. Me lo pongo y le digo a mi marido: «¿Cómo me queda?». «Pequeño». «¿Siii?.¿Me marca mucho?». «Te va a hacer llagas». Ahí me dije: «Mary, modérate. Ésta es otra prueba. La secta de la moda quiere que rompas lazos con tu entorno. ¡No, no van a poder conmigo!».Me lancé a la calle y no paré hasta que encontré el único vestido rojo que quedaba en toda la ciudad. Cuando lo ví, dije: «¡Me lo compro!. ¡Que le den a Paco Rabanne y que Vittorio le dé a Luchino. Ja!». Y salí de la tienda triunfante con mi vestido rojo. Pero la alegría me duró dos escaparates. Es algo que nos pasa a todas las mujeres. Se te viene el mundo encima: «¡Coño!. ¿Y qué hago yo con un vestido rojo si este año lo que se lleva es el azul petróleo?». Oye, que no pude pegar ojo en toda la noche. Tuve unas pesadillas… Estaba yo en una misa negra, atada de pies y manos y los grandes gurús de la moda, rodeándome como en Poltergeist decían: «Maryyyy, veeen hacia el glamouuuur». Total, que me desperté empapada en sudor y dije. «¡Vale, está bien. Me rindo!». Me unté entera con vaselina para que me entrara el traje y me presenté en la boda de mi amiga Belén, vestida de azul petróleo. Cuando llegué a la iglesia, me encontré con que íbamos todas iguales. Allí había más azul petróleo que en una playa del Golfo Pérsico. Y ahí te das cuenta de que te han captado, has entrado en la secta. Y, a partir de ese momento, honrarás a Vittorio y Luchino, no nombrarás a Chanel en vano y amarás a Dior sobre todas las cosas.Y así acaban estas reflexiones de una, ahora sí, «fashion victim».Postdata: ¿Alguien me puede explicar qué coño es el «azul petróleo»?. Tardé siglos en comprender que las cosas pueden ser de color buganvilla… ¡No jodais ahora con el petróleo, por favor!. El petróleo es negro como los coj… huevos de un grillo!. (Y perdón por la expresión tan fuera de lugar en una «fashion victim»).(Anónimo)